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Teresa XV Editorial

Por: Cuitláhuac San | Fotógrafo Retratista

Como te ves, me vi; como me ves, te verás

En el crepúsculo de un lugar olvidado, donde las sombras de antaño susurran secretos al viento, se erige la belleza efímera de la juventud. Los vestigios de un pasado glorioso, ahora cubiertos de musgo y decadencia, sirven como el lienzo perfecto para retratar la frescura y la vitalidad de una Quinceañera. En este escenario, la dualidad de la existencia se despliega ante nuestros ojos, donde lo viejo y lo nuevo se entrelazan en un baile eterno.

 

Teresa, vestida en su esplendor, camina entre ruinas que alguna vez fueron testigos de risas y alegrías. Cada paso que da resuena con la melancolía de lo que fue y la promesa de lo que será. Sus ojos, llenos de sueños y esperanzas, contrastan con las paredes desmoronadas que cuentan historias de tiempos pasados. Es en este contraste donde reside la verdadera magia, donde la vida y la muerte, la juventud y la vejez, se encuentran en un abrazo poético.

 

El aire está cargado de una energía mística, como si los espíritus del lugar despertaran para presenciar este momento de transición. La luz del sol, filtrada a través de las persianas caídas, crea un juego de sombras que acaricia suavemente el rostro de la joven, resaltando su inocencia y su fuerza. En cada rincón, en cada grieta, se siente la presencia de lo eterno, de lo inmutable, mientras la belleza efímera de la juventud brilla con una intensidad que desafía el paso del tiempo.

 

En este escenario, la Quinceañera no solo es una celebración de la juventud, sino también un homenaje a la resiliencia del espíritu humano. A través de los ojos de la cámara, capturamos no solo la imagen de una joven en su esplendor, sino también la esencia de un lugar que, aunque marcado por el tiempo, sigue siendo hermoso en su decadencia. Es un recordatorio de que la belleza puede encontrarse en los lugares más inesperados, y que la juventud, con su energía y vitalidad, puede revivir incluso los rincones más olvidados.

 

Así, en este lugar olvidado, la Quinceañera se convierte en un símbolo de esperanza y renovación, una flor que florece en medio de las ruinas, recordándonos que la vida, en todas sus formas, es un ciclo eterno de muerte y renacimiento.

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